Un tesoro es algo de valor que guardas para cuidarlo; algo importante, único y con historia detrás. Si te encuentras con un tequila llamado “El Tesoro”, vale la pena probarlo y descubrir qué hay detrás de su nombre.
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Tequila “El Tesoro”
Todo inició con una sobreproducción de agave y pocos clientes en las elevadas tierras de Los Altos de Jalisco. El cliente principal se encontraba en el poblado de Tequila donde lo podía conseguir más fácil, así que Don Felipe Camarena, quien no buscaba ser tequilero, decidió aventurarse a la destilación para perder la inversión de sus agaves con doce años de maduración. Empezó a procesarlo para venderlo como producto terminado etiquetándolo como “Tapatío”.
Ochenta años después ha dejado un importante legado para su familia, donde actualmente su nieto Carlos Camarena funge como Maestro Destilador y su hermana Jenny Camarena como Directora de Operaciones de la empresa que ha acumulado algunas etiquetas más.
Crearon “El Tesoro de Don Felipe” en honor a los procesos artesanales del creador, posteriormente su nieta, Jenny Camarena, quien tenía una muy sólida carrera como arquitecta, decidió darle una oportunidad al negocio familiar del que quedó enamorada.
Relanzamiento “El Tesoro” Blanco, Reposado y Añejo
Luego se acortó el nombre a sólo “El Tesoro”, es un tequila reconocido a nivel mundial como una joya jalisciense que merecía ser relanzada con sus tres etiquetas: Blanco, Reposado y Añejo. Su origen es una tierra rica en hierro que le da toques picantes a canela, algunos más dulces y otros afrutados. El agua para su cultivo se obtiene de pozos y nacimientos de La Alteña, un agua muy mineral por su contacto profundo con la tierra.
El proceso de elaboración es meticuloso, pausado, artesanal y refleja un compromiso destacable por honrar el tratamiento original de Don Felipe, la naturaleza y las materias primas de la región. Su secreto es hacerlo a mano, sin procesos industriales ni acelerar, Jenny Camarena asegura que no buscan cortar camino y por el contrario, están comprometidos con la paciencia y cuidar la calidad antes de pensar en la cantidad, por esta razón los lotes son tan limitados.
La extracción del jugo lo hacen con tahona de piedra volcánica, dándole una gran cantidad de minerales a la mezcla que no se separa. Por cierto, la tapa de la botella final es una representación de ella. Posteriormente el jugo obtenido pasa a una fermentación natural por cinco días sin manipular, utilizando levadura endémica, salvaje, que está impregnada en las paredes de las tinas de madera.
Para la destilación utilizan alambiques de cobre con el que se obtiene el tequila Blanco con aromas frescos, miel y toques sutiles de aceituna, luego de once meses en barricas de roble americano, que anteriormente se utilizaron para bourbon, se consigue la etiqueta Reposado con un ahumado sutil, toques frutales, vainilla y eneldo, y luego de un poco más de dos años y medio el Añejo de apariencia dorada, notas florales de jazmín, madera suave y agave cocido.
Entonces entendimos lo que hay detrás del nombre, la historia de una familia jalisciense que por “un accidente” de sobreproducción de agave terminó intentando un proceso artesanal y paciente para venderlo como producto final.
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Una historia de calidad distanciándose de las tendencias y producción masiva. Un tributo al campo y sus procesos. Ocho décadas, varias generaciones, mucho cuidado y tradición arraigada que al día de hoy encontramos como una obra de arte en cada botella, con una experiencia de sabor sofisticada y compleja; un completo tesoro mexicano.