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Esta tetralogía perfecta de vinos Cavaluna no puede faltar en tu cava

“Donde no hay vino no hay amor”. Esta frase, atribuida al poeta trágico Eurípides, constituye un punto de inflexión para decantar el significado de la bebida que, como señaló Robert L. Stevenson, “es una especie de poesía embotellada”.

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Y es justamente esta característica trascendental, que conecta al vino con las más elevadas expresiones y sentimientos, el estandarte identitario que CAVALUNA ha izado desde el inicio de su trayectoria.

Hallar, propiciar e impulsar los vínculos entre el vino y el arte constituye uno de los pilares de la marca mexicana, la cual ha desarrollado diversas colaboraciones con artistas que –a través de su visión estética, talento y estilo– han enriquecido de forma significativa el discurso de esta casa vitivinícola, dirigida por Carlos Ángel García de la Cruz, Esperanza Mendiola y Brent Trela.

Cuatro etiquetas distintas, cuatro segmentos diferentes, cuatro proyecciones creativas diversas y un solo corazón: el vino. CAVALUNA desvela una tétrada integrada por Pata de perro, a cargo del artista Juan Carlos Urive; El conejo en la Luna y El paraíso del conejo, con las creaciones de Ricardo Garduño; y Con el disfraz de cuervo, a cargo de Jesús Márquez.

Esta  saga, clave en el portafolio de la firma, consigue que cada sello narre una historia para ser compartida y paladeada.

Pata de Perro

El método que Juan Carlos Urive utiliza para pintar produce obras visualmente prodigiosas que él llama “cuadros de lectura”, porque la complejidad cromática y compositiva de su proceso, nombrado “pintura acrílica progresiva”, abre la posibilidad a múltiples lecturas.

Es así como la etiqueta que ideó para este tinto expresa de forma lúdica y relajada el carácter de un monovarietal joven (Tempranillo) caracterizado por su intenso color granate y aroma a frutos rojos, flores y sutiles notas de vainilla, chocolate y torrefactos.

De taninos suaves y sedosos, con un final gratamente prolongado, Pata de perro transmite, mediante la colaboración de Urive, su personalidad festiva, viajera, felizmente inquieta y curiosa.

Explorar nuevos espacios o redescubrir los ya conocidos se convierte en una experiencia vivencial que brinda un update a la sensibilidad artística inherente al vino.

El Conejo en la Luna

Cuenta la leyenda que Quetzalcóatl se encontraba en su forma humana y no tenía comida a su disposición, por lo que el conejo se ofreció como alimento, aunque esto significara terminar con su propia vida.

En agradecimiento, el dios grabó su silueta en la Luna antes de comérselo, para que siempre fuera recordado. Ricardo Garduño, dibujante virtuoso y perfeccionista, hace de los conejos personajes de una realidad imaginada en su producción. “El conejo siempre ha estado representado en mi vida.

Me di cuenta hasta que tuve este despertar creativo. La historia del conejo en la Luna tiene mucho que ver con mi historia como artista. Siempre he querido llegar a una perfección y esa perfección, a la vez, no es perfecta, porque no es lo que a mí me hace feliz

Ricardo Garduño en referencia al rótulo que ideó para este ensamble de Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Petit Verdot y Grenache.

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El conejo en la Luna hechiza con un profundo color rubí de matices teja y un aroma a ciruela, cereza, grosella, pimienta y aceituna negra, acordes acompañados por las notas que le otorga su crianza en barrica por 36 meses: tabaco, caramelo, chocolate, coco y torrefactos. 

En boca, resulta opulento, aterciopelado y voluminoso, con un final largo que armoniza con sabores tan contundentes como su personalidad.

Con el Disfraz del Cuervo

Redonda, elegante, magnética y detallada: así es la obra que Jesús Márquez creó para este tinto, que comparte todos esos rasgos que el artista imprimió en la etiqueta.

Criatura misteriosa y perspicaz, el cuervo también representa la sabiduría y suele vincularse con la persistencia de la memoria; de hecho, varias culturas consideran que esta ave guarda consigo recuerdos de mundos pasados, formas antiguas de vida y preciados secretos.

Es así como el ensamblaje de Petit Verdot, Tempranillo y Grenache converge con el pincel de Márquez, hallando en la crianza de 24 meses en barricas de roble francés el compás de espera para madurar un vino con ecos aromáticos de ciruela, moras, caramelo y vainilla.

Volumen invitante, taninos tersos y un final de refinada persistencia, hacen que esta creación de CAVALUNA revele y oculte, seduzca y marque distancia, envuelva e invite a emprender el vuelo con las alas del cuervo… y del arte.

El Paraíso del Conejo

“Mis conejos siempre están en busca de algo y son muy locos. La simbología que hay en esta obra representa la mente. Tuve una época en la que entré mucho en mi inconsciente y un conejo llegó a mi mente.

Los conceptos de cada obra están encaminados a la creación de este universo paralelo a la vida real”, indica Ricardo Garduño al referirse al imaginario plasmado en El paraíso del conejo, vino rosado que surge de la homologación de uvas Tempranillo y Moscatel.

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Su hipnótico matiz, de cristalina pureza y destellos coralinos, seduce a la vista, mientras un aroma de estructura compleja garantiza que, en cada sorbo, esta sinfonía rosa se transforma en una invitación para acceder a las más sugestivas impresiones.

Bajo la visión de Garduño, el amante del vino se convierte en un espectador-conejo que descubre el mensaje de la criatura retratada en el cintillo: una búsqueda de lo profundo, un viaje a la mente donde un conejo saluda y muestra la dimensión en la que vive, lanzando el reto de descifrar el obsequio que tiene para cada uno de nosotros.  

cavaluna.com.mx

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