En plena San Rafael —una de las colonias más entrañables y con más historia de la Ciudad de México—, La Numantina reabre sus puertas con espíritu renovado, pero sin olvidar su alma tradicional. Bajo la dirección de Ángel Zurita, este clásico del barrio vuelve a convertirse en un punto de encuentro para quienes buscan buena comida, tragos honestos y noches bohemias que se extienden con sabor a mezcal y guitarra.
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El nombre no es casual. Inspirado en la antigua ciudad celtíbera de Numancia —famosa por resistir hasta el final frente al imperio romano—, el lugar encarna esa misma resistencia cultural y espíritu indomable que caracteriza a las grandes cantinas mexicanas.
Donde tres tragos se acompañan con cuatro tiempos
La Numantina no se anda con rodeos: aquí las reglas son claras y deliciosas. La tradición manda que al pedir tres tragos o cinco cervezas, el comensal recibe a cambio una comida completa de cuatro tiempos. Y no se trata de cualquier botana.
La carta es una celebración a la cocina mexicana y española, con viandas generosas que incluyen migas, carne tártara, torta de bacalao, pulpo a la parrilla y conejo orgánico. Pero los viernes de chamorro son otro nivel. A veces a la pibil, otras estilo albañil, o con nopalitos y cebolla… el sabor y el sazón son los protagonistas.
La barra, como debe ser: surtida y bien pensada
Los tragos van desde mojitos cubanos hasta mezcalitas de la casa, hechas con el mezcal Blue Demon (de agave espadín o tobalá), además de una buena selección de vinos españoles y destilados para todos los gustos. La mixología aquí no es pretenciosa, pero sí bien ejecutada.
El piso superior es otra joya. Un pequeño escenario da vida cada jueves a figuras legendarias de la bohemia como Manuel Adrián y Daniel Riolobos, con canciones que hacen vibrar hasta a los que dicen que ya no escuchan boleros. Los domingos se arman las tardeadas para adultos con el DJ Luis Ortega, quien en los años 70 fue el alma del mítico “avión” del Baby’O en Acapulco.
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La Numantina no es un bar más. Es un pedazo de historia que sigue dando guerra, ahora con una propuesta más actual, pero igual de auténtica. Porque sí, en México las cantinas se viven… y se resisten a desaparecer.
